En el año 1994, cuando la Ley General de Educación estaba en efervescencia e invitaba a los maestros a realizar prácticas innovativas en el aula, fui invitado a participar de una actividad de filosofía en un colegio femenino de la ciudad. La invitación llegó por intermedio de un estudiante del grado décimo.
Con un grupo de cinco estudiantes acudí a la cita. El evento se realizó en el coliseo del colegio, el cual fue hermosamente decorado para la actividad. Tras esperar un poco, se dio inicio al evento. Era una especie entre “reinado” y “desfile de modas”. Hacer un reinado en Colombia no es inusual; cada día y en cada pueblo se realiza uno; los hay de todas las especies y para todos los gustos: de belleza, de turismo, de simpatía, de niñas, de señoras, o de algún producto agrícola o industrial que caracteriza a una región. Pero hacer un reinado de filosofía era una verdadera novedad. Pero más que un reinado, porque al final no hubo reina, ni virreina, ni princesas, el espectáculo escenificaba un desfile de modas.
La primera en desfilar fue la “Señorita Idealismo” o la modelo que lucía un “Vestido Idealista”. No voy a narrar ni a describir lo que observé; dejo a la imaginación de los lectores. Continuaron por la pasarela las representantes del Intelectualismo, el Racionalismo, el Empirismo, el Pragmatismo, el Positivismo, el Existencialismo (una especie de Gloria Trevi)... De repente Platón pasó de filósofo a modisto. El desfile de cada niña era acompañado por una breve sinopsis de cada corriente filosófica.
Este evento, folclórico si se quiere, fue el motivo para comenzar a pensar en un Congreso de Filosofía. Inicialmente se pensó como una actividad local. Luego, aprovechando mi experiencia personal en la realización de Encuentros de la Pastoral Juvenil, se dio el giro hacia un evento de carácter nacional. El principal obstáculo estaba en cómo congregar a jóvenes de diferentes ciudades proveyéndoles alojamiento y alimentación. Afortunadamente el Colegio La Salle, que era donde laboraba para esa época, tenía experiencia en el intercambio de estudiantes con sus instituciones hermanas en Colombia.
En el año 1995 se realizó el Primer Congreso Juvenil de Filosofía, con el apoyo de la Comunidad Educativa del Colegio La Salle, en cabeza de su Rector, Hermano Néstor Raúl Polanía González; y de la Asesora Pedagógica y Jefe del Departamento de Investigación, Especialista Luz María Gutiérrez de Coronel. Gracias al éxito alcanzado se realizaron dos ediciones más en los años 1996 y 1997. En el año 1998, cuando se estaba pensando hacer una convocatoria a nivel latinoamericano, el ímpetu se vio abruptamente suspendido.
El congreso de filosofía realizado en el Colegio La Salle de Bucaramanga fue el primero de una serie que se programaron después a nivel regional y nacional. Recuerdo los del Colegios Biffi – La Salle de Barranquilla; Santa Francisca Romana de Bogotá; Fundación Colegio UIS de Floridablanca, que se mantiene hasta hoy.
Después de un lapso de siete años y medio de no ejercer directamente la docencia, en el año 2006 se me encargó la orientación del área de Filosofía en la Escuela Normal superior de Bucaramanga, institución a la que había ingresado el primero de junio de 2005 como profesor de las áreas de Educación Religiosa Escolar y de Educación Ética y Valores Humanos. Confieso que al comienzo hubo bastante resistencia por parte de las estudiantes que ingresaban a estudiar el grado décimo. Una de las promotoras de esta resistencia fue en los dos primeros congresos una gran líder para sacar adelante dichas ediciones.
Las buenas experiencias siempre perduran en la mente. Al saber que estaría trabajando el desarrollo del pensamiento filosófico de las y los jóvenes normalistas, una de las primeras ideas que vinieron a mi mente fue la realización de un congreso de filosofía a nivel nacional. Inicialmente se pensó sólo para congregar a estudiantes de las Escuelas Normales Superiores de Colombia; de ahí el que sea un congreso de “filosofía y pedagogía”. Al avanzar en la concreción de la idea con las estudiantes que aceptaron el reto, se decidió ampliarlo a otras instituciones educativas, incluidas instituciones de educación superior.
Ya se han realizado tres versiones. 2006: La Institución Escolar en las Sociedades del Conocimiento; 2007: Ética y Política; 2008: La Raza Humana y el Destino del Planeta Tierra. Desde ahora nos perfilamos para año 2009: Pensamientos Ancestrales y Filosofías No Europeas.
Narrada la historia, es el momento de responder a la pregunta que encabeza esta presentación: ¿Por qué un congreso nacional juvenil de filosofía y pedagogía?
En la presentación del libro La Filosofía Como Problema Filosófico. ¿Qué es la Filosofía?, producido a dos mentes y cuatro manos junto con mi esposa Luz María, escribimos:
“Enseñar a filosofar es una tarea compleja, máxime en un tiempo en el que el pensamiento abstracto no es una prioridad para la mayoría. Parafraseando al filósofo italiano Giovanni Sartori, en la cultura actual el hombre pensante está siendo desplazado por el animal vidente que se apega a la imagen omnipresente creada por las tecnologías de la información y la comunicación. En este contexto, enseñar a filosofar, como toda tarea de enseñar, es una labor titánica y, en muchos casos, incomprendida, a tal punto que parece que no queda otro camino que exclamar como el fiel y práctico Sancho Panza: ‘huir no es cobardía, ni quedarse es valentía, allí donde los hechos sobrepasan a la esperanza’.
Hay tantas razones para abandonar la empresa educativa como para continuarla; pesando más los motivos para seguir adelante. La práctica educativa es una vocación que no se puede soslayar. Tomando una imagen de Juan el Bautista, si callamos los maestros, gritarán las piedras” (Deháquiz y Gutiérrez, 2007).
Existe una gran presión sociocultural, e incluso laboral, para que los jóvenes aprendan los componentes básicos de las Ciencias Naturales, incluyendo en ellas, como lo hace la Asociación Americana Para el Avance la Ciencia, las matemáticas y la tecnología (AAAC, 1989), y desdeñen la adquisición de un pensamiento crítico-reflexivo y de otros valores importantes de la cultura como el arte, la literatura, la axiología, la religión. Parece ser que el mundo actual quiere despreciar el pensamiento abstracto, representado en los estudios filosóficos, y prefiere, en forma burda, hacerle caso a Karl Marx, quien en su XI Tesis Sobre Feuerbach sentencia:
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Afortunadamente, como se expresa arriba, hay razones muy poderosas para continuar la empresa educativa que uno se ha propuesto. Dos de estas razones las esgrimo a continuación. La primera, sigue la herencia de Reuven Feuerstein, para quien el rasgo característico de lo humano es la propensión al cambio. El ser humano es un sistema abierto, “accesible al cambio a lo largo de su periodo vital” (Feuerstein, 1993: 3). La segunda razón, en línea de continuidad con la primera, también resplandece de optimismo: el ser humano es un ser alado, como lo define el poeta y escritor colombiano Jairo Aníbal Niño; y a pesar que durante su crecimiento se le van cortando las alas, en la adolescencia y en la juventud aún conserva la capacidad de seducción y de admiración que caracterizan al pensamiento infantil. Esto tiene una implicación bien importante: en la escuela no es difícil encontrar reciprocidad en los estudiantes y establecer con ellos un “contrato pedagógico”, para que el acto de enseñar adquiera significado y sea trascendente.
A los jóvenes les gustan los desafíos de todo tipo, incluidos los intelectuales. Gracias a lo anterior, no suelo (como dice Jean-François Lyotard que es costumbre de los filósofos iniciar su enseñanza una y otra vez, convirtiendo las lecciones inaugurales en actos fallidos) comenzar los cursos de filosofía en el bachillerato formulando la pregunta ¿qué es la filosofía? (cf. Lyotard, 1989: 79). Aprovechando la curiosidad y para disipar un poco el miedo, introduzco los cursos con dos lecturas cargadas de vitalidad. Van a continuación:
La primera está tomada del texto de Inmanuel Kant, Respuesta a la Pregunta, ¿Qué es la Ilustración?:
“La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en al falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración (.) La mayoría de los hombres, a pesar que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena, permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y a la cobardía. Por eso les es fácil a otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad!”.
La segunda está tomada del texto de Estanislao Zuleta, Elogio de la Dificultad:
“La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunados inexistentes (...) Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal”.
El contrato pedagógico se inicia con un llamado a la conciencia. Recuerdo aquí el invitación que el filósofo alemán Johann G. Fichte hace a sus lectores:
“Fíjate en ti mismo. Desvía tu mirada de todo lo que te rodea y dirígela a tu interior. He aquí la primera petición que la filosofía hace a su aprendiz. No se va a hablar de nada que esté fuera de ti, sino exclusivamente de ti mismo” (Fichte, 2007).
Estas palabras son precedidas por otras, cargadas de una dureza que impacta a la conciencia misma:
“Escribo sólo para aquellos en quienes mora todavía un sentido interno para la certeza o la dubitabilidad, para la claridad o la confusión de su propio conocimiento, para quienes la ciencia y la convicción valen algo y se sienten impulsados por un vivo afán de buscarla. Con aquellos que por obra de una larga servidumbre de espíritu se han perdido ha sí mismos y consigo mismos han perdido su sentido para la propia convicción y su fe en la convicción de los demás; con aquellos para los que es locura que alguien busque independientemente la verdad, que en las ciencias no ven nada más que un modo más cómodo de ganarse el pan y que ante cada ensanchamiento de ellas se espantan como ante un nuevo trabajo; con aquellos para quienes ningún medio es vergonzoso si se trata de someter al que hecha a perder el negocio, con ninguno de ellos tengo nada que hacer. Me resultaría penoso que éstos me entendieran” (Ídem).
Cuando se inicia un trabajo previo de aprestamiento del pensamiento, entonces es posible comenzar a comprender las contribuciones que hace la filosofía al progreso de la raza humana y las implicaciones que tiene en la reorientación del privativo proyecto de vida de cada individuo, tal como lo expresa la UNESCO en el Informe del director general relativo a una estrategia intersectorial sobre la filosofía:
“La enseñanza de la filosofía contribuye a la formación de ciudadanos libres. ‘Alienta a forjarse una opinión propia, a confrontar todo tipo de argumentos, a respetar el punto de vista de los demás, y a someterse únicamente a la autoridad de la razón’. En otras palabras, la enseñanza de la filosofía es sumamente importante para entender las diferentes visiones del mundo y los fundamentos filosóficos de los derechos humanos, y contribuye a desarrollar la capacidad de las personas para ejercer una verdadera libertad de pensamiento y liberarse de los dogmas y la ‘sabiduría’ incuestionable. Fomenta asimismo la capacidad de cada ser humano para formar un juicio respecto de su propia situación. Ello está por fuerza vinculado a la posibilidad de formular apreciaciones y críticas y elegir entre la acción y la inacción”.
Estos elementos van generando una relación especial entre los jóvenes y la filosofía. Filosofar deja de ser algo ajeno a la vida cotidiana de los seres humanos, y la filosofía deja de ser vista como una actividad reservada a especialistas. El filosofar se convierte en una práctica del pensamiento que perfecciona las relaciones vitales de la persona con sus semejantes y con los otros seres que también habitan el mundo. En este contexto es posible convocar a los jóvenes para que en un foro extracurricular expresen sus ideas y hagan uso público de su razón; porque es en este uso público que el pensar por sí mismo adquiere validez. Pensar por sí mismo no es pensar en soledad, en un estado de aislamiento individual. Al respecto Kant afirma:
“Es verdad que se dice que la libertad de hablar, o de escribir, puede sernos quitada por un poder superior, pero no la libertad de pensar. Pero, ¿pensaríamos mucho, y pensaríamos bien y con corrección, si no pensáramos, por decirlo así, en comunidad con otros, que nos comunican sus pensamientos y a los que comunicamos los nuestros? Por consiguiente, se puede decir bien que el poder externo que priva a los hombres de la libertad de comunicar públicamente sus pensamientos los priva también de la libertad de pensar...” (Kant, 1982).
El pensador solitario, según Kant, es una ficción; es un soñador que fantasea y delira ajeno a los reales conflictos del hombre; “su desolación no llega a conmovernos y sólo puede repeler” (Ídem).
Los congresos juveniles de filosofía tienen la intención de brindar un espacio a los jóvenes para que hagan uso público de su razón; para que confronten sus elaboraciones teóricas sobre el mundo con las ideas de otros jóvenes. En un país como Colombia signado por la intolerancia ideológica y el egocentrismo de los argumentos; por el advenimiento del insulto y la grosería como descalificación de las ideas del adversario; por la ausencia de debates públicos serios a nivel del establecimiento, el congreso juvenil de filosofía se convierte en una palestra privilegiada para hacer gala de la mayoría de edad que se está conquistando. El uso público de la razón argumentada es esencial para el progreso del conocimiento y, como lo expresa Karl Popper, “para lograr establecer sociedades en donde sea posible derrumbar ideas que no nos gustan sin necesidad de eliminar a aquellos que las sustentan”. Lo anterior constituye el principal motivo para organizar estos eventos.
Las construcciones teóricas, que mediante ponencias presentan los jóvenes en el congreso, requieren poner en acción competencias cognitivas y comunicativas. Las primeras se relacionan directamente con la temática que aborda el congreso; implica desde realizar una revisión bibliográfica de autores, pasando por la lectura crítica de sus tesis fundamentales, hasta la elaboración de los argumentos de los propios ponentes. Las segundas están conectadas con la redacción del escrito, su traducción en diapositivas y la presentación verbal ante el auditorio, la cual incluye el conversatorio. Este es un trabajo dispendioso en el que los ponentes son asesorados por sus respectivos docentes.
Un segundo motivo para la realización del congreso está en el desarrollo que se genera de competencias laborales generales. La comprensión de las competencias ahora se sitúa más allá del saber-hacer (grado elemental de las competencias) y se sitúa en el saber qué hacer y cuándo; es decir, no basta con ejecutar lo prescrito, sino que es un accionar ante situaciones inéditas. Año a año, los integrantes del comité organizador se enfrentan ante una situación inédita, que exige creatividad e imaginación para sortear situaciones que van desde la programación, la gestión de recursos, la administración de los mismos y la realización del evento. En este sentido, los integrantes del comité organizador tienen que imaginar las diferentes tareas que es necesario realizar; tienen que resolverlas; y, tienen que reflexionar acerca de todo lo sucedido. El objetivo acá es puntual y ambicioso: que los jóvenes aprendan a tener iniciativa. En este contexto cobran dimensión las palabras de Elbert Hubbard en su famosa Carta a García:
“El mundo confiere sus mejores premios tanto en honores como en dinero, a una sola cosa: a la iniciativa.
¿Qué es la iniciativa? Puedo definirla en pocas palabras: hacer, lo que se debe hacer, bien hecho; sin que nadie lo mande”.
Cuando se programa un congreso de filosofía y se convoca a los jóvenes para que lo conciban, lo planeen, lo programen, lo organicen y lo realicen, la intención es enseñarles a tener carácter, es decir, a que coloquen todas sus energías en el logro del objetivo propuesto. Esta es la senda del triunfo, que permite “lanzarse a la acción sin miedo ni pereza”. La iniciativa permite conjugar inteligencia, voluntad y trabajo en equipo.
Con estas convicciones se ha logrado realizar, en la Escuela Normal Superior de Bucaramanga, tres ediciones del congreso. Cada una ha contado con un talento humano particular; cada una ha estado a la altura de sus gestores y de sus participantes. Pero a diferencia de aquellos congresos lejanos de los años noventa del siglo anterior en el Colegio La Salle de Bucaramanga, ahora, en este presente, ha quedado la memoria. Es la memoria la que permite tener historia, identidad y porvenir.
A continuación se ofrecen las tres versiones del Congreso Nacional Juvenil de Filosofía, comenzando por la tercera y avanzando hacia la primera. Aparecen las ponencias que los jóvenes prepararon y presentaron. Es posible que en los textos haya errores (tanto conceptuales como literarios); pero es la palabra pronunciada por los jóvenes para expresar sus comprensiones sobre tres problemáticas diferentes: La Raza Humana y el Destino del Planeta Tierra; Ética y Política; y, La Institución Escolar en la Sociedad del Conocimiento. Acompañan a estas construcciones juveniles las palabras de los expertos invitados a los tres certámenes: Ricardo Rozzi, Álvaro Fernández González y Alipio Casali. La palabra juvenil y la palabra adulta en torno a la “mejor escuela de la libertad y la democracia”: la filosofía.
Jorge Alberto Deháquiz Mejía
Bucaramanga, Septiembre de 2008
REFERENCIAS:
ASOCIACIÓN AMERICANA PARA EL AVANCE LA CIENCIA, Ciencia: Conocimiento Para Todos, 1989, http://www.project2061.org/esp/default.htm.
ESTANISLAZO ZULETA, Elogio de la Dificultad, http://www.elabedul.net/Articulos/.
INMANUEL KANT, Cómo Orientarse en el Pensamiento, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1982.
INMANUEL KANT, Respuesta a la Pregunta, ¿Qué es la Ilustración?
JEAN-FRANÇOIS LYOTARD, ¿Por Qué Filosofar?, Paidós, Barcelona, 1989.
JOHANN GOTTLIEB FICHTE, Introducción a Teoría de la Ciencia, Segunda Edición Cibernética, Septiembre de 2007, http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/fichte/caratula.html.
JORGE ALBERTO DEHÁQUIZ MEJÍA y LUZ MARÍA GUTIÉRREZ CELIS, El Problema de la Filosofía. ¿Qué es la Filosofía? Filosofar 1, Escuela Normal Superior de Bucaramanga, 2007.
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